«Si encierras a tu pareja y a tu perro en el baúl del auto durante una hora, adivina quién se pondrá contento cuando abras nuevamente la tapa del baúl?»….
Esto por supuesto que es una broma, pero refleja una condición que es única de los perros… la de un «Amor incondicional».
Si has conseguido el «vínculo» y te ha «elegido», entonces te seguirá toda su vida…
Pero debes tener cuidado como lo cuidas, porque lo que des es lo que dará, y no solo será para ti, también será para tu circulo familiar y de amigos…
Si le das amor y afecto, eso recibirás, pero si por el contrario, el odio y la violencia son su hábito, así se desempeñará…
No soy lo que se dice un gran experto en Perros, solo he pasado por la vida de ellos y me he beneficiado con su afecto y he padecido el dolor de perderlos…
La primer Perra familiar de la que me acuerdo, «la Yoli», solía escaparse de la casa y volvía con la cabeza gacha… embarazada! Y tenía infinidad de perritos… y como era muy madraza salía a buscar sustento y «robaba» en un hotel cercano, piezas de carne, embutidos o grandes trozos de queso… Notificado el hotelero por mi papá, resultó este muy agradecido, pues descubrió al cocinero, que hacía tiempo que le estaba robando.
Después nos fuimos a vivir a Teodelina (la de las anchas calles) y allí tuvimos un Hachedoso (H20) y un Oxidrilo (-OH). El primero, era un «perro de agua» (según mi papá, porque tenía membranas entre los dedos de las patas) y murió como muchos perros en esos días, de parvovirus, no era tan común la vacunación y aún vacunados a veces sucumbían a los contagios.
Oxidrilo estuvo más tiempo y fue el último «no callejero» que compartí en la casa familiar. Y un día trajo a un «Amigo», un Perro que solía seguir a mi hermana y sus amigas y que nos «eligió» para tener un lugar de residencia…
Mi papá decía que podía ser un Golden Retriever, pero no… bastante más chico y con pelo blanco salvo una máscara oscura que rodeaba el ojo derecho y manchaba las orejas con un ligero toque púrpura, hacían de Permanganato de Potasio Giménez (KMnO⁴) un espécimen de raza, auténticamente PERRO.
Cuando murió Oxidrilo, estuvo más triste que nosotros, pero eso duró un par de días, como si hiciera un duelo…
Me acompañaba a hacer los mandados, pero a veces no volvía conmigo, seguramente tenía sus trámites perrunos que hacer por ahí. También iba a la Escuela, se «aseguraba que estuviéramos» y volvía a casa; seguía el auto hasta la «Pileta de Churrinche» y se tiraba al agua detrás de mis hermanas, si tratábamos de perderlo dando un rodeo, el iba a la pileta y nos esperaba alli. Sábados y domingos asistía con nosotros a los Cines… en la boletería bromeaban diciendo que si el perro ocupaba butaca, nos cobrarían entrada.
En la noche dormía en la ventana del dormitorio de la habitación de nuestros padres y cuando sentía el sonido del colectivo rodando por la vieja ruta angosta, comenzaba a mover la cola que golpeaba contra la ventana, entonces mi mamá se levantaba y calentaba la comida para mi papá que venía en el colectivo… Permanganato, mientras tanto, recorría las dos cuadras hasta la parada y esperaba al Profe que llegaba de trabajar…
También iba a esperar los sábados a mis hermanas que venían de Rosario, las veces que no venían, algunos choferes paraban, le permitían subir y le decían: «hoy no vinieron las chicas Permanganato». Después de comprobarlo con una recorrida por el pasillo se volvía a casa agitando su «afectivómetro» (cola, rabo).
Cuando mi papá se sentaba en un sillón a leer un libro, el perro se le ponía enfrente y esperaba… El «Profe» lo miraba y le contaba o leía algo de lo que estaba leyendo, el perro le correspondía moviendo la cola y se echaba a sus pies o se iba conforme…
Era lo más parecido al «Callejero» de Alberto Cortez, pero con la diferencia de habernos adoptado. Los Giménez éramos sus humanos.
Aunque lo dejáramos adentro de la casa, su naturaleza libre lo llevaban a saltar los tapiales y se subía al capó o al techo del auto cuando intentábamos salir sin llevarlo…
Gracias a Dios ya no se hace, pero por los 70 a algunos se les ocurría envenenar los perros que anduvieran sueltos… y allí terminó el tiempo de Permanganato, un Perro que fue tan bueno que le robaron el collar que le habíamos puesto…
Después de él llegaron a casa un Chipendale ( Perro faldero con las patitas delanteras parecidas a las de los muebles de ese estilo) y un perro obeso al que denominamos Grazas… Este último murió de viejo en Capitán Bermúdez, pero yo ya no estaba en la casa… me había ido en busca de un nuevo horizonte… que vino con perros incluidos… Susana en María Teresa, tenía una Perra pekinesa de nombre Jenny que me olfateaba con desconfianza, pero era viejita, así que admitió que me quedara con su humana…
Y entre los dos rescatamos algunos perros que luego entregamos en adopción… hasta que llegó «la Perri»…
Una Perrita pequeña del tamaño de un gato con una grandes deseos de ser madre… a sus verdaderos embarazos se le agregaron otros provenientes de su vocación: le robaba peluches a mis hijas y los llevaba a su cucha para darle de mamar… y como no reaccionaban los enterraba en el fondo del patio…
En una ocasión nos regalaron unos conejitos y la Perra se metió en la caja para atenderlos como si fueran sus cachorros… la «preñez», aunque falsa, estaba a la orden del día con ella.
Vivió un poco más que 14 años y dejó una heredera que llevó el nombre de Pekina. Lamento no haber estado el día que se fue, porque le tocó a mi hija menor lidiar con esa partida…
Y ya grande se agregó a la casa «un Trompi», una especie de Patovica de los canes, puro Perro de pelo corto color café con leche, una especie de galán entre los Perros del barrio que decidió quedarse en casa y le hicimos lugar en la familia, pero su espíritu lo llevaba a escaparse cuando podía… y un día se fue y no regreso…
Y después de el fue tanto y tantas cosas que se fueron y no regresaron que cuando lo pienso siento un dolor en el Alma…
Hoy no tengo Perros… aunque los adoro y si alguno pasa por mi casa no le faltará comida ni una ocasional caricia, no quiero el compromiso de tenerlo… pues significa una carga emocional que no estoy dispuesto a pasar nuevamente…
Pero igualmente me permito aconsejar a cualquiera, que se dé el gusto de tener PERRO, pero solo si lo va a querer casi como él lo hace…
Y mira, el día siguiente al del Amigo es el del Perro… así que dedicado a estos queridos amigos, comparto este poema que me costó decir, pues no puedo evitar que se me haga un nudo en la garganta…
