Noviembre es el mes de muchos y destacables acontecimientos… uno de ellos es lo ocurrido un 17 de Noviembre de 1869, cuando con gran pompa y con la presencia de autoridades del mundo, entre las que se encontraba la Emperatriz francesa Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, del arqueólogo Auguste Mariette, el emperador de Austria, el príncipe de Gales, el de Prusia y el de Holanda (entre otros miembros de la monarquía europea) se ponía en marcha una de las más grandes obras de ingeniería del mundo… y que significaría una importante economía en el intercambio de productos entre Asia y Europa, pero también para el traslado de tropas… Conocida como Canal de Suez, este principio de año cobró notoriedad nuevamente con el atascamiento del barco Ever Given interrumpiendo la cadena de suministros agravando lo que ya producía la pandemia…
Fue obra del francés Ferdinand de Lesseps, cónsul de Francia en Egipto en esa época… que haciendo uso de sus relaciones consiguió en 10 años poner en funcionamiento el Canal que ya fuera pensado por Napoleón Bonaparte y mucho antes que él por los Faraones Seti y Ramses II y el Persa Darío I.
Los Ingleses no estaban contentos con la construcción del Canal pues declinaba su negocio del Ferrocarril, pero al final aceptaron por un gran pedazo de la torta… como siempre fue su costumbre…
Lo cierto es, que esta obra, que fue liderada por el Ingeniero Linant de Bellefonds y el Ingeniero hidráulico Mougel Bey, tuvo sus contratiempos políticos y sociales… Los Turcos y los Británicos pusieron palos en la rueda hasta que pudieron ver bien la tajada que les correspondería… y del millón y algo más de obreros que participaron en su construcción más de cien mil encontraron la muerte, muchos por accidentes laborales pero más por las enfermedades, que generaban epidemias por el hacinamiento y las malas viviendas para los trabajadores.
Sin embargo desde 1955 se conmemora en la fecha de su inauguración el Día Mundial de la Construcción, quizás por su significado universalista por haber participado en su diseño y en su mano de obra distintas Naciones del mundo y al permitir a través de ese Canal de 193 kilómetros de distancia (que une Puerto Said en el Mediterráneo y Suez en el Mar Rojo) el tránsito marítimo mundial entre Europa, Asia y África… y se rinde tributo a tantos trabajadores que ponen su esfuerzo y arriesgan su vida en obras de distinta magnitud alrededor del mundo…
Si lo pensamos bien, todos hacemos uso del producto de los constructores… Los Ingenieros y Arquitectos que las idean, los Agrimensores que las miden, los Maestros de Obras que las llevan a cabo, los Albañiles que preparan las mezclas y ponen ladrillo sobre ladrillo… pero también hay otros especialistas como Electricistas, Plomeros y Gasistas que completan las construcciones modernas… ya sean edificios, carreteras, puentes, túneles o simples viviendas…
Entonces quiero dedicar un momento para aquellos constructores que pasaron por mi familia y fueron artífices de lo que fue nuestro cobijo… En Teodelina, el Señor Bottini… no recuerdo su nombre, pero si que era «modelo 29» como mi papá, en María Teresa tuve varios… Los Baez (que eran varios hermanos), el Señor «Bolita» Román, los hermanos Escobar excelentes pintores de obras y Carlitos García con su arte de acoplar caños para la distribución de agua. en los hogares… ya en Venado Tuerto el Joven Javi Melián acomodó los ladrillos para que tuviera donde experimentar el arte del asado y el Herrero Rubén Ferreyra brindó seguridad a mi hogar con las rejas y portones… Un saludo muy grande para mi prima Silvia Braier que estará en Israel continuando su profesión de Arquitecta.
Y me quiero detener especialmente en un Maestro de Obras que supo construir entre su familia y la mía una gran y duradera amistad… con su esposa «Aurora» y sus hijos «Lili», «Gabriel» y «Alfredito»… Don Alfredo Rondari (que con su gran bigote, bien podría haber hecho el papel de Vanzetti) pasó su habilidad con la cuchara y el fratacho por muchísimas casas y edificios de Venado Tuerto… pero yo recuerdo más su Bonhomía… y los interminables paseos por los caminos rurales de la zona, en su vieja chata de caja larga y sin barandas, que tanto servía para llevar andamios, mezcladoras, reglas y baldes, como para las colmenas y tambores llenos de miel… pues la apicultura era su otra pasión… y allí solíamos ir los Gimenitos junto con los Rondaritos pegoteados de miel y manchados de cal…
Fue épica la mudanza que hizo desde Venado Tuerto hasta Teodelina en la que, en los viajes nocturnos colocaban los muebles con espejos para suplir la falta de luces traseras… se veía desde lejos… pero no se sabía si iba o venía!
Muchos años después, ya no estaba Don Alfredo, sus hijos Alfredito y Gabriel, rindiendo tributo a esa gran Amistad y mudaron a los Giménez de Teodelina a Capitán Bermúdez…
Su sabiduría de las cosas simples lo llevó a acuñar esa frase que decía: «La paradoja de la construcción es, que el trabajo para la m… es el que tiene que estar perfecto».
Compartían con mi papá largas charlas – porque los dos eran muy lectores – de las que salian ingeniosas apreciaciones acerca de las cualidades de las personas… de allí nos enteramos que hay gente que «tiene cara para desabollar guardabarros», otra que «tiene la cabeza para que el cuello no le termine en punta», también hay quienes «tienen algunos glóbulos rojos en su sistema circulatorio alcohólico»… y así seguían con buen humor, con unos mates, algún vinito o quizás una copita de coñac, licuando así los males de la vida…
Don Alfredo Rondari no sólo construyó casas… construyó una vida de Amistad que yo pude ver y que sigo viendo cuando me encuentro con sus hijos Liliana, Gabriel y Alfredo…
ALFREDO RONDARI… UN GRAN CONSTRUCTOR!