En 1953, el día 3 de diciembre fue propuesto por la Federación Médica Argentina, a través del Profesor Remo Bergoglio, en el Congreso Panamericano celebrado en Dallas (Texas), en homenaje al nacimiento del Dr. Carlos Finlay (1833-1915), médico cubano que descubrió al mosquito trasmisor de la fiebre amarilla…
Con el resultado de la investigación de Don Carlos, se dio una herramienta a la humanidad que permitió controlar un flagelo que solo en el Buenos Aires de 1871 cobraba 500 víctimas por día…
También se le atribuye la concreción del Canal de Panamá al controlar el deceso que llegaba a más del 20 % de los trabajadores por la fiebre amarilla…
Es así que, el mal que se llevó el 8 % de la población de Buenos Aires, en 1905 tuvo su última víctima en Panamá dejando limitada la enfermedad a sólo algunos lugares selváticos de América…
Este es el fantástico legado que el Cubano Finlay nos ha dejado… También otros geniales médicos han contribuido de igual manera con sus investigaciones… Bernardo Houssay, Federico Leloir, Rene Favaloro…
Pero esta admiración y respeto que profesamos por estos Doctores está sustentada por cada Médico, que, como el sencillo Dr. Esteban Laureano Maradona, con paciencia y dedicación nos apartan de las enfermedades…
Y no es solo por la cura, que la profesión del Médico es grande, la Nobleza de la Educación la envuelve, y con cada uno que explica la razón de nuestros males y las soluciones posibles, está el real significado del juramento Hipocrático…
Muchas gracias a todos los Médicos por el tiempo dedicado y por el que seguirán dedicando a mantenernos saludables…
Pero me quiero detener en un Médico en particular y a través de él saludar a todos…
Tuve el privilegio de ser su paciente, pero también su sobrino… y un triste día lo despedí de este modo:
SALUDO AL DOCTOR RICARDO BRAIER – TZADDIK
En el propósito de desear el bien a las personas, diría que todos tendrían que tener un tío Ricardo… al menos como el mío.
Cuando tuve conciencia para identificar a las personas yo decía con orgullo “Esta es mi mamá, este es mi papá, y este otro es mi tío Ricardo”… y eso me hacía importante.
“¿Así que sos sobrino del Dr. Braier?” me decían cuando nos fuimos a vivir a Teodelina, entonces, al prestigio de mi propio padre se agregaba el de este querido y entrañable tío Ricardo…
Como médico, su especialidad fue la Cardiología… y como persona también se dedicó al corazón… sus palabras, sus gestos, sus acciones y sus escritos fueron siempre una singular caricia para todos… sean parientes, colegas, amigos, pacientes, empleados…
Meticuloso y tranquilo, todos recuerdan la calidad de sus entrevistas en las que no perdía detalle alguno para abordar esa dura lucha contra las enfermedades. Si bien, desde mi visión de niño, también veía su tranquilidad, no era para mi un luchador, mas bien me parecía un gigante que distribuía ternura… jamás se olvidaba de ningún sobrino, para darle una golosina, un regalito o simplemente un abrazo cordial…
Muy suya era la frase “el amor verdadero es el que se da”… y hacía gala de ello con una actitud amorosa en todo momento… en los buenos y en los malos, en las alegrías y en las tristezas, en la salud y en la enfermedad…
Me preguntaba como puede uno hacer para resumir tantas cualidades… nuestro idioma, tan rico en posibilidades, tiene demasiadas palabras y ninguna aislada le haría justicia….
De boca de un familiar muy allegado, descubrí que el Hebreo tiene una que se adecua exactamente: TZADDIK que significa “justo a plenitud”. Es un modo de percibir la realidad y de actuar en la vida. El Tzaddik no hundirá al que está pecando, ni inflará el orgullo del que está haciendo lo correcto, sino que intentará extraer al pecador del pecado… así era mi tío… el Dr. Ricardo Braier.
Aquel coloso que yo veía en mi infancia, estaba ahora afectado por los años y la enfermedad… pero nada impidió su deseo de seguir derramando generosamente su amor y afecto a todos a su alrededor.
Ahora se fue tras su amada Sarita, juntos estarán cuidando el cielo, y nosotros sentiremos un cierto vacío por su ausencia… pero el dejó semilla, y de la mejor… en cada uno de sus hijos, y un poco también en cada uno de los que tuvimos el privilegio de conocerlo.
Y aunque de este modo trate de hacerlo, me quedo con la sensación de no haberle dicho cuanto lo he querido…
«Feliz aquel que puede dar la dicha
y curar un enfermo en su desdicha…
Feliz aquel cuya palabra buena
alivia los dolores de una pena…
Recuerda siempre cuando acudas presto
que cura más que tu remedio, el gesto…
Te llamarán mil veces sin motivo
buscando de tu mano el paliativo,
y otras cien clamarán a tu impotencia
el milagro que esperan de la ciencia…
No olvides nunca que tu lado bueno
será esclavo del dolor ajeno…
Pero que en esa dimensión, tu fama,
tendrá la altura que tu amor derrama.La ingratitud es un billete usado,
con que la gente paga de contado…
No lo recibas nunca como afrenta,
el hombre es débil y hace mal la cuenta…
Pero uno solo que por ti ha curado,
redime a los demás de su pecado…
Fortalece tu Alma gota a gota,
para afrontar sincera, la derrota…
Y resurjan mejor de la ceniza
tu palabra de Amor y tu Sonrisa…
Fragmento del poema «Instrucciones para llegar a destino» escrito en 1974 por el Dr. Ricardo Braier