Imaginar jugando, riendo

Cuando era niño, que alguna vez lo fui, mi papá solía contarnos cuentos… había en ellos, personajes muy buenos, buenos, malos y malísimos… por supuesto que siempre ganaban los buenos y los muy buenos; mientras que los malos se transformaban en buenos… y para los malísimos hacía venir a  un Hada Madrina que los tocaba con una Varita  Mágica y los transformaba en Mariposas que se iban volando volando hasta el Mar…
Pasó el tiempo y me llegó el momento de contar… y las mariposas de mi infancia se hicieron presentes en mis cuentos, así fue que nació «La Mariposa Sopladora»…
Por la demanda en cada noche de mis hijos, las alternativas del cuento cambiaban, sin embargo la efímera pero repetible belleza de la Mariposa llegaba para acurrucar a mis niñas y a mi niño…
Un día el cuento fue publicado en una antología del Taller literario «En un rincón del Alma»… dirigido por el Profesor Juan Carlos Ibarra Arce
Y hace muy poquito, conocí en profundidad la historia de «Magda Pagliero», un Ángel que Dios ha prestado a este mundo… y la ví en el cuento…
Como la Mariposa, tuvo una vida efímera pero muy valiosa…  ella se repite con su iniciativa, la que sus papis Julieta y Luciano llevan a cabo: la Fundación «La Mariposa Donadora»… y vuelve cada día a anidarse amorosamente en nuestros corazones…
Yo tuve la suerte de verla en mi cuento… te invito a que la encuentres… 

LA MARIPOSA SOPLADORA
El pueblo estaba cada vez más lindo… perdón! Esto es un cuento, y los cuentos deben comenzar de otra manera!
Entonces, y como debe ser…
“Había una vez”, un pueblo que estaba cada vez más lindo, los frentes de las casas con su pintura reluciente, las veredas impecablemente prolijas, las columnas de la luz de diferentes colores y con farolas muy pintorescas… pero lo que sobresalía verdaderamente, era la Plaza.
Más que Plaza, podría decirse que era un Parque.
Frondosos árboles rodeaban los canteros y a los serpenteantes caminos  que la recorrían, pequeños estanques con peces de colores, asientos rústicos hechos con durmientes de ferrocarril, fuentes de agua para beber y un hermoso árbol de juegos, del que pendían hamacas y bajaban retorcidos toboganes a los que se subían por intrincadas escaleras que se comunicaban por túneles y balcones…
En el centro de esa construcción estaba el viejo árbol… contento quizás porque además de las aves que anidaban en él, en las tardes se poblaba de la algarabía de los niños que correteaban y cada tanto lo gratificaban con un fuerte abrazo…
En otoño, las hojas, que se soltaban de los árboles, llenaban los caminitos como un colchón dorado…
En invierno, si nevaba, el blanco de la nieve hacía contraste con el obscuro de los bancos y con los colores vivos de los juegos…
¡Pero era en primavera cuando alcanzaba su esplendor! Los grandes guardianes del viento reverdecían en millones de hojas y cada cantero, con la variedad de flores que le correspondía, explotaba en un sinfín de colores…
Y estimulados por ese arcoíris permanente, los niños jugaban y corrían por todo el parque, cuidando y controlando el lugar… “los papeles en los cestos… un poco de agua para los pensamientos… las ramas secas al leñero… los objetos perdidos al guardaparque…” y así entre todos contribuían a mantener hermosa a la Plaza…
Pero la Plaza tenía un secreto, que en realidad no tenía nada de secreto…
Todos los años, en la época de las flores, junto con una gran cantidad (bandada) de mariposas, aparecía una, que era diferente a todas las otras, bastante más grande, con sus alas multicolores y su larga “espiritrompa”  que extendía dentro de las flores para absorber su néctar…
Ese sencillo trabajito de soplar y absorber en las corolas de las flores las estimulaba en  sus funciones y sus colores se ponían cada vez más relucientes… los niños la veían pasar volando de flor en flor haciendo volar el polen y la llamaban “Mariposa Sopladora”.
Durante la primavera y un poco del  verano era parte de sus juegos  y actividades, y cuando las flores comenzaban a declinar y daban lugar a los frutos, simplemente desaparecía sin dejar rastros para aparecer nuevamente en la siguiente primavera.
Un año llegó un nuevo niño al pueblo, y cuando comenzó la primavera fue, como todos los otros niños, al parque.
Como era niño de ciudad, no estaba habituado a los juegos al aire libre. Y los niños del pueblo, como no estaban habituados a los niños de ciudad, no lo invitaban a jugar, por lo que pronto se encontró solo.
Pero su soledad no le impedía ver la belleza del lugar y pronto se vio cautivado, especialmente, por la “Mariposa Sopladora”… y la quiso para sí.
Un día, muy temprano, mientras la mariposa dormía pegada al tronco de un grueso roble, la recogió en una caja y la llevó a su casa, para poder ver y admirar el hermoso arcoíris de colores en sus alas.
Al principio seguía colorida, pero pronto, al faltarle el néctar de las flores y el ejercicio de saltar de flor en flor, fue perdiendo el brillo y adquiriendo un aspecto mortecino, por lo que el niño se aburrió de verla y la dejó en la caja.
En la plaza, la ausencia de la mariposa no pasó desapercibida, las flores no estaban como siempre y para los niños era muy raro no verla pasar volando de un lado a otro, de modo que comenzaron a buscarla por todos lados… en los canteros de flores, en los troncos de los árboles, en los estanques…  cada hoja, rama y cada flor fue escudriñada por los niños… hasta que por fin,  sin poder hallarla se reunieron todos para investigar lo que había pasado.
Estaban reunidos todos, los más chiquitos y los más grandes, las nenas y los varones, los petizos y los altos, los más gorditos y los muy flacos, todos. Las preguntas que se hacían eran: ¿qué ha pasado? ¿dónde estará? ¿estará bien?
Justo en ese momento llegó a la plaza el niño nuevo…
–          Ahí está “el Solitario” – dijo uno, pues así le llamaban al verlo siempre solo.
–          Seguro que ese es culpable – expresó otro
–          Un momento – dijo una de las niñas mayores – es solitario porque nosotros nunca lo invitamos a jugar.
Todos bajaron la cabeza, comprendiendo que la niña tenía razón.
–          Este es un buen momento para recuperar ese tiempo perdido e invitarlo a conocer nuestros juegos y nuestras costumbres, y aprender lo que él tenga que contarnos – la niña volvió a hablar y todos la miraron con respeto, y se pusieron a la acción.
Primero unos, luego otros, se fueron acercando al “Solitario”, se presentaron, dijeron sus nombres y lo hicieron partícipe de sus juegos, subieron las escaleras, gatearon por los túneles, se tiraron por los toboganes… y el solitario… dejó de serlo… y supo del goce de jugar en los laberintos, y del abrazo a los árboles, y de correr de la mano de un amigo, y que la “Mariposa Sopladora” hacía más lindas las flores…
–          ¡Alto! – dijo –  ¿la mariposa arcoíris hace eso?
–          Si! – respondieron todos
Al niño se le llenaron los ojos de lágrimas.
–          Oh! – dijo entre sollozos – ustedes han sido tan buenos conmigo, y me han invitado a jugar… y a mí me gustaba tanto esa mariposa que me la llevé para tenerla solo conmigo…
–          No llores! – le dijeron los niños – todo lo que está aquí también es tuyo, como de cada uno de nosotros, no hace falta llevarlo, especialmente porque aquí, lo podemos disfrutar juntos.
Entonces el niño corrió a su casa para traer la “Mariposa Sopladora”, y juntos la ayudaron a ir de flor en flor…
Y en un tiempo muy cortito recuperó sus colores y su energía.
El niño nuevo dejó de ser solitario, aprendió a compartir y cuidar ese parque; y los otros niños también comprendieron que hay que aprender de la generosidad de la naturaleza, que nos ofrece la belleza de las flores, la sombra de los árboles y la energía de los frutos sin fijarse quienes o como somos.
La “Mariposa Sopladora” desapareció, como estaba previsto a principios del verano, pero los juegos y las aventuras en el parque continuaron, y todas las veces que llegaba un niño nuevo al pueblo los otros niños… todos, los más chiquitos y los más grandes, las nenas y los varones, los petizos y los altos, los más gorditos y los muy flacos, todos… hacían una fiesta de bienvenida para contarle de sus cosas, sus juegos y de la Mariposa Sopladora…
Y…Colorín colorado…

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