La Tierra necesita el Carnaval

Cuando terminan los festejos de los carnavales y las carrozas vuelven a los galpones y los trajes se doblan con cuidado y vuelven a los baúles o los placares… y se apagan las guirnaldas de las calles, se juntan los papelitos y serpentinas, se recogen los residuos de la algarabía de las comparsas, las murgas y de aquellos disfrazados independientes que esos días fueron «otro» detrás del antifaz… o quizás fueron ellos mismos… quién sabe…
En fin… cuando todo vuelve a la normalidad… el corazón del Carnaval sigue latiendo… y las Sociedades de Carnavales, Murgas, Comparsas, Músicos, Cantantes… a los pocos días comienzan nuevamente a pensar, diagramar y actuar… muchas veces es secreto, para que no les roben la idea, pero cuando ya tiene forma, se comienza a compartir… y se comparten cosas que tienen que ver con la economía… donde comprar, cómo se hace para que sea más barato … y se trabaja en costura, en carpintería, en mecánica, en electricidad…
se elijen los temas rectores: «el Sol», «la Luna», «las Estrellas», nuestro «Planeta Azul», la «Naturaleza» verde de «Esperanza», el «Ciclo de la vida» con el color de cada animal… y a la creación divina se le agrega la «Creación del hombre» con sus máquinas que producen, o las que surcan los cielos como aves o las que en diminutos circuitos nos comunican a la velocidad de la luz… Infinitas fuentes de inspiración movilizan a los bailarines, que ensayan sus pasos al son que los músicos proponen con su música… y todo se  va conectando…
Una ferviente algarabía vuelve a crecer con energía, y durante todo el año se va nutriendo para estallar al llegar el nuevo Carnaval donde todos desfilan orgullosos y felices…
Los Carnavales tienen muchas cosas ejemplificadoras que son dignas de imitar. El trabajo cooperativo de todos los que participan, la creatividad, el tezón, la perseverancia, la disciplina y por supuesto… la Reina del Carnaval: «la Alegría»…
Como la Navidad, el Año Nuevo, la Pascua,  el Carnaval se celebra en todo el mundo… y todos esperamos su llegada… Por paseo, por negocio, por el feriado, pero principalmente por el goce de la Alegría…
Con la pandemia, en estos últimos años, los Carnavales perdieron su ímpetu. Fueron suspendidos, mudaron su fecha o tuvieron las limitaciones que les impuso el protocolo sanitario…
Pero la Tierra necesita el Carnaval… lo necesita para que invite a todos a la Colaboración; para que derrame Alegría y que ella sea una pandemia buena que contagie a todos de energía para el Trabajo y el Respeto; para que despierte la Creatividad y se luzca en Empatía; para que el Agua (siempre presente) apague los incendios de la mezquindad y la irresponsabilidad; para que reemplace con sus extraordinarios Desfiles de gigantescas y coloridas Carrozas que prodigan Vida con las paradas militares que solo anticipan Muerte…
Necesita… necesitamos el Carnaval… el de Celia Cruz, que dura toda la vida… donde las luces no se apaguen y la «Zorra del Portal» pueda verse con la del «Rosal» y las «gentes de cien mil raleas» compartan el pan y un futuro favorable a todos…
Necesitamos y queremos un Carnaval que cambie en los dirigentes políticos el pensamiento que los lleva a imponer sus ideas a través de la violencia de las armas…
No entiendo mucho de geopolítica, menos de Rusia, Ucrania y la OTAN… algunos los comparan con «La China», «Icardi» y «Wanda»… tampoco entiendo eso… lo que si entiendo es de Carnaval… del Carnaval que jugábamos en el barrio, cuando cargábamos los baldes con los globitos llenos de agua, los más chiquitos tenían pomos… siempre había algún vecino que tenia una canilla cerca para reaprovisionarse  de agua… y se formaban los equipos, a veces pisando los dos más grandes, otras varones contra mujeres… daba igual… total terminábamos cada uno «para su puchero»… A veces la ligaba alguno que pasaba, otras algún mayor de la casa, que salía a propósito y nos corría con soda helada… y cuando pasábamos a tirarnos con barro por el agua tirada en la calle polvorienta salía alguna Mamá para poner fin a la batalla… si había suerte y hacía calor hasta pasaba el regador y nos dejábamos  empapar bajo la mirada severa pero cómplice del que manejaba el tractor.. y luego cuando no nos quedaban globitos, ni agua y la vecina había cerrado el garaje de la canilla, nos decían: «taza taza, cada cual a su casa» y así nos volvíamos, sin municiones, pero «vivos y contentos»…, hasta nos abrazabamos con los adversarios y nos prometíamos hacer otro Carnaval apenas vuelva a hacer calor…
¿No es mucho mejor un Carnaval que una Guerra…?
¿No fueron suficientes los DOS MILLONES  de muertos de Rusia en la Primera Guerra, o los VEINTE MILLONES de la Segunda Guerra, de los cuales CINCO MILLONES fueron de Ucrania? ¿No serán mejores mil Carnavales que una Guerra?
Me costó mucho pensar en el Carnaval en el medio de estas noticias… tengo muchos amigos a los que decimos «Ruso»… y quizás sean descendientes de Eslovacos, Ucranianos, Austriacos, Rumanos, Checos o Rusos… y no quiero que por esta… «cosa»… empiece a sonar peyorativo el nombre y se pierda el afecto…
Por eso necesito el Carnaval… un Carnaval donde se festeje con agua y nieve loca, donde los heridos de mayor gravedad sean a los que se le metió nieve loca en el ojo… que esté lleno de hermosas bailarinas en las gigantes Carrozas más los colores de las comparsas y las murgas… y quiero sentir la Balalaika y poder bailar el Kasachok disfrazado de Cosaco y que nadie se sienta ofendido…
Pero antes… tengo que suplicarles que paren las guerras, que detengan los tiros, guarden los cañones… tengo que pedirles, como dice mi Amigo, el Poeta y Doctor, Juan Antonio Piñeyro… ¡Alto el Fuego!…¡Alto el Fuego!…

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