Alla por 1915, cuando Einstein publica sus Teorías de la Relatividad -hace ya más de 100 años-, ese concepto de que las cosas no siempre son lo que son, se traslada a todos los ámbitos de la vida… Aún antes que él, Ramón de Campoamor, desafiaba lo absoluto cuando escribía:
«Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira»
Frase que llevó el nombre de «Ley Campoamor»… y supone admitir que nada vale, que ningún valor es inmutable, que inevitablemente impera el subjetivismo y el mundo y la gente no son confiables…
Sabiendo esto… miramos a los demás con desconfianza… y argumentamos demasiado antes de creer…
Sin embargo… existe un absoluto… como la salida del sol en cada día… que trasciende el tiempo y el espacio… no hay Doctrina que lo cambie…no hay Arte que no lo alabe… no hay reja que pueda encerrarlo… y está activo todo el tiempo…
Antes de haber «Parido», cuando la Mujer aloja en su cuerpo ese destello de vida en la concepción, ya comienza ese Amor Absoluto… por el que es capaz de todo…
Es el Amor de una Madre… para ella no existen relativos… es un Amor profundo y eterno… porque va a trascender su propia vida… no sabe de oscuridad porque es luz…
Inevitablemente somos hijos de Madres…
Así fue para mi Madre «la Beba», también para Susana y lo es para mis hermanas, mis hijas y mi compañera… y seguramente para cada mujer que por la obra de Dios y del Amor esté o haya gestado esa maravilla de la vida…
A los varones, si la fortuna nos acompaña tendremos por compañeras a Madres… por ellas entraremos en la gracia de la Paternidad… y también podremos ser padres de quienes van a ser madres… y será una felicidad ver la vida creciendo en una panza redonda…
Pero todo esto que vemos con tanta naturalidad no es tan simple, con la pancita que crece, se hinchan los pies, el cuerpo empieza a tener otra forma, debe acomodarse a ese peso extra y cambia la postura, dolores de cadera, náuseas y cambios de humor, serán un patrón por el que pasa la Mamá… y ella igual lo transita con esa felicidad esperanzada propia de su condición… cualquier masculino diría que no quiere pasar por eso… pero esto es apenas el principio, pues ese cuerpito con vida no solo ocupa espacio y limita el movimiento de los pulmones, también se extiende, patea y gira… desde afuera nos parece simpático ver asomar en la paza tersa, protuberancias que pueden ser los piecitos, la cabeza, un codo, una rodilla… El Amor hace que la Madre lo vea así, cuando está resistiendo con Ternura en cada golpe…
Y llegará el día… y ahí sí, veremos el valor hecho Mujer… si el parto es normal y te consideras bien «Macho», irás con tu mujer a la sala de parto, le tomarás la mano, la acompañarás en el jadeo, la ayudarás a pujar, te bancarás los gritos o gritarás con ella, la ayudarás a relajarse…
Hay unos cuantos que llegan hasta ahí… pero son más los que se quedan afuera… Los más valientes se animan a asomarse y recibir la vida que llega en medio de gritos, resoplidos y un esfuerzo descomunal… Bravo! Muchos en ese punto se retiran apenas ven asomarse la coronilla entre las piernas de la Madre…
Si el parto es por cesárea, no podrás entrar pero igual asiste a tu mujer apenas salga…
Y si todo esto ocurre… serás como tantos de aquellos que tenemos la certeza de nuestra pequeñez al lado de la Mujer…
José Pedroni, el poeta Galvense Esperancino, en su poema «Maternidad» nos muestra la sencilla majestuosidad de la Madre…
Con el fragmento «Mujer», saludo a las madres en su Día… que no es solo un domingo… es todos los días del año y todos los años!!!
«Mujer…
En un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega
tendrás color de espiga,
vestirás simplemente
y andarás con fatiga.
-El hueco de tu almohada
tendrá un olor a nido,
y a vino derramado
nuestro mantel tendido.-
Si mi mano te toca,
tu voz, por la vergüenza,
se romperá en tu boca
lo mismo que una copa.
El cielo de tus ojos será cielo nublado.
Tu cuerpo todo entero,
como un vaso colmado
que pierde un agua limpia.
Tu mirada un rocío.
Tu sonrisa
la sombra de un pájaro en el río…Y un día, un dulce día,
quizás un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta;
el día que las madres y las recién casadas
vienen por los caminos a las misas cantadas;
el día que la moza
luce su cara fresca,
y el cargador no carga,
y el pescador no pesca…
-tal vez el sol deslumbre;
quizá la luna grata
tenga catorce noches
y espolvoree plata
sobre la paz del monte;
tal vez en el villaje
llueva calladamente;
quizá yo esté de viaje…-
Un día, un dulce día,
con manso sufrimiento,
te romperás cargada
como una rama al viento.
Y será el regocijo
de besarte las manos,
y de hallar en el hijo
tu misma frente simple,
tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos,
un poco… casi nada…»
JOSE PEDRONI