Cuando Einstein desarrolla sus Teorías de la Relatividad -hace más de 100 años-, ese concepto de que las cosas no siempre son lo que son se traslada a todas los ámbitos de la vida… Aún antes que él, Ramón de Campoamor, desafiaba lo absoluto cuando escribía:
«Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira»
Frase que llevó el nombre de «Ley Campoamor» y supone admitir que nada vale, que ningún valor es inmutable, que inevitablemente impera el subjetivismo y que el mundo y la gente no son confiables.
Sabiendo esto, miramos a los demás con desconfianza y argumentamos demasiado antes de creer.
Sin embargo, existe un absoluto, como la salida del sol en cada día, que trasciende el tiempo y el espacio. No hay doctrina que lo cambie, no hay Arte que no lo alabe, no hay reja que pueda encerrarlo y está activo todo el tiempo.
Es el Amor de una Madre. Para ella no existen relativos, es un Amor profundo y eterno, porque va a trascender su propia vida. No sabe de oscuridad porque es luz…
Inevitablemente somos hijos de Madres.
Si la fortuna nos acompaña tendremos por compañeras a Madres. Por ellas entraremos en la gracia de la Paternidad y si nuestra suerte continúa, seremos padres de quienes van a ser madres.
Y si todo esto ocurre, tendremos la certeza de nuestra pequeñez al lado de la Mujer… tal como lo dicen los versos de José Pedroni en su poema Maternidad: