Cuando era niño, porque aunque no parezca hubo un tiempo en que lo fui, una de las cosas que me llenaba de emoción era la llegada de la correspondencia… Y el momento más especial era la apertura de los sobres… entonces rodeábamos a Papá o a Mamá y comenzaba la lectura… A veces eran postales con imágenes de los lugares donde paseaban o vivían esos familiares o amigos, que nos hacían creer que eran lugares bellísimos muy diferentes a nuestra realidad pueblerina… Se agregaba también la revisión de las estampillas y tratar de despegarla sin romperla y compararla con las que ya teníamos… Y eso nos llevaba de paseo por el lugar de origen de la carta. Había estampillas que representaban las provincias, otras las regiones y algunas la historia… Y también estaban las que venían del extranjero, y ahí nuestra imaginación volaba…
La escritura era siempre muy cuidada, caligráfica y perfectamente legible…
El tiempo pasó, y ya adolescente comenzaron a llegar personalizadas… De algún amigo que se fue a vivir a otro pueblo, o de las señoritas que nos aceptaban… o nos rechazaban…
Y sea cual sea, nos sentábamos con el papel especial, esa lapicera que nos habían regalado, y esperábamos que las «musas» nos iluminaran para reforzar con la pluma lo que no habíamos podido hacer con la palabra… Y luego, después de horas, cerrábamos el sobre… y salíamos con el corazón en él para llevarlo al Buzón más cercano y cuando caía dentro comenzaba nuestra agonía, y luego de una semana, todos los días desesperábamos por la llegada del Cartero…
Hoy es el Día del Cartero, ese personaje entrañable que casi está quedando en el pasado… ahora reparte mayormente documentos con vencimiento…
La correspondencia moderna, que tiene una increíble inmediatez y la virtud de llevar imagen y audio a cualquier lugar del mundo, reemplaza a las viejas cartas y a las postales, mejorándolas por mucho… pero nunca podrá reemplazar la ternura de ese ciclista de gris, que con esa alforja de cuero recorría las calles con sol, viento o lluvia, para distribuir el correo… y con un gesto o una mirada cómplice por la compra al Reader’s Digest (pionera en ventas postales)… Y más de una vez nos recordaba cuando vencía la boleta de la luz o algún otro impuesto…
Con algo de tristeza y mucha nostalgia veo los viejos Buzones que están inmóviles en algunas esquinas o en paredes como fríos y olvidados monumentos, pero que guardan una hermosa historia de servicio… y me da ganas de pintarlos con sus colores tradicionales en Honor y Memoria de los Carteros por los servicios recibidos…
Hoy es el Día del Cartero… tantos he visto en mi vida… que recolectaban la correspondencia de esos buzones, cartas que solo debían tener las estampillas necesarias para los envíos simples y ellos se ocupaban de que llegaran a destino, también dejaron cartas en cada casa en donde he vivido… recordarlos es volver a aquel pasado de ternura….
Para aquellos que fueron Transportistas de nuestras emociones, los queridos Carteros… muy feliz día!!!!